Director: Carlos Saura
Intérpretes: Geraldine Chaplin, Fernando Fernán-Gómez, Juan María Prada, Juan Vivó, Rafaela Aparicio, Marisa Porcel, Anny Quintas, Charo Soriano
Productor: Elías Querejeta.
Guión: Carlos Saura, Rafael Azcona
Fotografía: Luis Cuadrado
Música: Luis de Pablo
Año de producción: 1972
Una época delicada
Carlos Saura es uno de los mejores cineastas españoles y con una trayectoria más larga y amplia en la historia reciente de nuestro cine. El director aragonés comenzó a hacer cine cuando aún había que ingeniárselas para esquivar la censura y él lo hacía como nadie. Creó películas extremadamente críticas con el régimen franquista y aún nos preguntamos cómo pudo evitar el mazazo del censor.
Ubicamos a Saura dentro de una época, los años 60 y de un movimiento cinematográfico, el nuevo cine español. Estos datos nos llevan a retrotraernos a un tiempo dónde la libertad no existía y dónde el cine que se creaba jugaba a ser crítico. El nuevo cine español fue un movimiento a posteriori de todos los surgidos en Europa en la misma época, aunque aspiro a ser un neorrealismo ni tan siquiera se llego a parecer.
El engaño del nuevo cine español, lo llamamos así porque supuso una época esperanzadora para muchos que luego se quedó en más bien poco y dejó con la miel en los labios a estos mismos, dio algunos frutos magníficos, por ejemplo Víctor Erice y el mismo Saura, que consiguieron aportar algo al panorama cinematográfico tanto en contenido como en una novedosa forma.
Si echamos un vistazo a la filmografía de Carlos Saura veremos que tienes tres tipos de cine. El primero, que corresponde además con su etapa más lejana, es la del cine político o mejor dicho cargado de crítica política, aquí podemos englobar además de Ana y los lobos, La caza; Stress es tres, tres; La prima Angélica ,entre otras muchas. EL cine de ficción sin más sería otra categoría, por ejemplo Taxi (1996); Pajarico (1998; Goya en Burdeos (1999)… y por último está el cine musical, donde Saura hace homenajes visuales acompañados de sonido evidentemente a ciertos géneros musicales como es Sevillanas (1991); Tango (1998) y Fados (2007).
Aunque no podamos determinarlo como una categoría dentro del cine de este director, el homenaje audiovisual es algo que siempre le ha gustado a Saura y a la vez se le da bien, un ejemplo, aunque fuera una decepción para algunos, es Buñuel y la mesa del rey Salomón. No podemos dejar fuera la videocreación realizada para su comunidad autónoma, Aragón, en la Expo de Zaragoza 2008 donde mezcla la jota aragonesa con paisajes y un sentido homenaje “al sordo de Calanda” su admirado Buñuel.
El carácter más crítico
Ana es una joven inglesa que llega a un pueblo perdido de España para trabajar de institutriz. La casa a la que se dirige está habitada por José un hombre autoritario, amante de lo militar y que se declara desde el principio el dirigente del hogar, también Juan el padre de las tres niñas que Ana cuidará y que se presenta como alguien excesivamente amable pero que resultará ser un sádico y un obseso sexual; el último de los hermanos es Fernando, una especie de místico que necesita la soledad y el retiro y la encuentra en una cueva fuera de la casa. También viven Lichi, esposa de Juan y madre de las niñas que también viven allí, y por supuesto la madre, lazo de unión y centro neurálgico de todo lo que ocurre.
Desde el primer momento Ana percibe una presión extraña por uno de los hermanos, José, que tras saludarla le exige el pasaporte y parece juzgarla por haber viajado demasiado. Más tarde se comienza a sentir acosada por unas cartas con contenido claramente erótico cuyo remitente resulta ser Juan y con el tercer hermano, Fernando, creerá conseguir cierta complicidad, nada más alejado a la realidad. La vida de esta extraña familia transcurre entre las obsesiones estos tres lobos cuya razón de ser la encuentran en la loba madre que les dio de mamar, entretanto Ana se irá sintiendo cada vez más amenazada e impactada.
Como sabemos, la crítica política es una contante en el cine inicial de Saura, debido a la desaparición de la censura también este tema fue desapareciendo de sus obras. Observamos en Ana y los lobos un ambiente muy parecido al de La Caza, en ambas historias se respira tensión, incomprensión y una violencia brutal sin ser explicita jamás.
La simbología, obligatoria por la época de creación, existe de una forma obvia. Ana representa la libertad, la modernidad y la independencia, una chica extranjera, joven y sola que llega a una casa en mitad de un campo desértico y encuentra allí su antítesis. La casa es una metáfora de la España de la época, dentro de ella alberga tres figuras que representan la fuerza militar, la religión y la perversidad sexual reprimida todas ellas bajo el manto de una madre que sería el régimen.
Ana y los lobos es eso precisamente, el choque de la libertad con la represión y el resultado es la incomprensión, la inocencia frente a algo que parece una cosa pero resulta ser otra y sorprende a Ana, ella no puede pensar que lo que se imagine o lo que le insinúen sea cierto.
Los trazados de Saura
La obra de Saura no cuenta con alardes técnicos ni planos que destacar, la realización es sencilla, en base a la historia y la trama, la estructura narrativa es lineal y cronológica, Ana y los lobos se narra como un cuento, tiene principio, nudo y desenlace pero esta vez el final no feliz.
La fotografía de Luis cuadrado marca los dos espacios generales de la película, el interior de la casa y las afueras, la oscuridad y la luz. Esta dicotomía no coincide con la simbología que pudiéramos imaginarnos donde la casa sería la cárcel y el exterior la libertad. La casa simboliza la represión, el régimen, pero el exterior no da esperanza alguna, es una especie de desierto dónde no se encuentra nada, esto podría corresponderse con el futuro que se esperaba en aquella época, dónde aunque se anhelara algún cambio, no se vislumbraba ni se veía cercano.
La música, una vez más, usa canciones populares, en este caso marchas militares, para convertirlas en un leit motiv de la película.
Encontramos en Ana y los lobos una referencia clara a Buñuel y es que mientras vemos la película, cuando aparece en pantalla el plano donde toda la familia está en la entrada, cada uno interpretando su papel parece que nos hemos teletransportado a una escena de Buñuel, precisamente a alguna de Belle de Jour (1967) y Catherine Deneuve tiene sueños que no sabemos que lo son hasta que despierta de ellos. La desorientación al ver la escena remitida de la película de Saura recuerda a los sentimientos que despiertan ciertas escenas en las películas de Buñuel. Este hecho no es disparatado, por todos es sabida la admiración y pasión que sentía el joven aragonés por este otro maestro de Calanda.
Cabe destacar que el verdadero peso de la cinta la tienen los personajes y sus conversaciones. La mayoría de los actores son conocidos y cuentan con una filmografía considerable. La madre, Rafaela Aparicio fue una de las constantes en el cine de la época, por ejemplo en El sur (1983) de Víctor Erice, Fernando Fernán Gómez en el papel de Fernando ha sido uno de los actores más grandes que tiene la historia del cine español y a su vez, director de cine de obras memorable como El extraño viaje (1964) donde curiosamente también aparece Rafaela Aparicio. Y por supuesto Geraldine Chaplin, la musa de Carlos Saura, fruto de sus relaciones profesionales y también personales, la actriz inglesa había trabajado con él en siete películas antes de hacer Ana y los lobos.
Todos llevan a cabo se interpretación de manera extraordinaria, también Juan María de Prada, que interpreta a José de forma sublime llegando a ver en él un alter ego de Franco.
Los personajes se relacionan con sus propios espacios, los tres hijos, que son tres arquetipos tienen lugares que podríamos considerar materializaciones de ellos mismos: José con la habitación-museo militar, Juan con la habitación de Ana y Fernando con la cueva. En estos sitios los personajes se sienten seguros, se ven reflejados y son lo que son.
Y Los lobos se comen al corderito
El final de la película es poco esperado, o mejor dicho, podríamos decir que excesivo para nuestras expectativas, nunca pensamos que Ana termine siendo asesinada por los lobos, sí atacada, pero no asesinada, aunque si desglosamos el asalto que sufre vemos como cada uno de los hermanos arroja sobre ella su horror, Juan abusa de ella, Fernando la anula cortándole el pelo, seña de identidad de la chica y finalmente José le pega un tiro en la frente terminando con su vida. En línea con lo que representan, los hermanos muestran lo que en el franquismo se hacía, las torturas o daños a los que las personas estaban sometidos, humillaciones, vejaciones, inculcaciones del sentimiento de culpa, e incluso la muerte en más casos de los deseados.
A pesar del final, durante la película hay momentos en los que Ana conecta con los hermanos y le ocurre con los tres, al principio llega a sentir confianza y agrado pero más tarde estos le demuestran lo que son, le enseñan su verdadera cara. Ana desde su inocencia no es capaz de intuir a estos hombres hasta que no se hace evidente. Con el que llega más lejos es con Fernando, llega incluso a engañarla hasta que intenta agredirla contándole el pelo.
Seguimos siendo testigos de un símbolo sobre la dictadura, la esperanza con la que algunos crecían, se convertía luego en decepción, en choque con la realidad dura y reaccionaria.
Ana y los lobos es un alarde de sencillez narrativa, técnica y simbólica que se traduce en una película con cantidad de matices que destacar, aspectos que comentar, detalles que significan y que transmiten la idea básica que también es simple: la maldad del régimen y su carácter asfixiante hacia la gente que vivía dentro de él.
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