martes, 23 de junio de 2009

La clase (Entre les murs)

Director:Laurent Cantet

Guión: François Bégaudeau

Actores: François Bégaudeau, Nassim Amrabt, Laura Baquela, Cherif Bounaïdja Rachedi, Juliette Demaille, Dalla Doucoure,

Producción: Centre National de la Cinématographie (CNC), Canal+, France 2 Cinéma, Haut et Court

Fotogafía: Pierre Milon

Duración: 128 min.

País: Francia

Año:2008

Laurent Cantet es el encargado de dirigir el híbrido entre ficción y documental que resulta ser la película La Clase (Entre les murs).

El director, de origen francés, se encontraba impartiendo unos talleres de interpretación en el instituto Dolto de París cuando conoció al profesor y escritor de el libro “Entre les murs”, François Bégaudeau.

Tras leer su historia sobre la vida dentro de una clase de instituto, Cantet lo tuvo claro, quería llevar ese relato a la pantalla, para esto se sirvió de lo que tenía a mano, alumnos, un profesor de verdad (el mismo François Bégaudeau, que además de profesor y escritor se interpreta a si mismo en la película) y un instituto real como decorado. La adaptación no se hizo de forma literal sino que el libro de Bégaudeau sirvió de comienzo para el desarrollo del film.

El resultado fue la obra maestra La clase, que ha sido galardona con, entre otros muchos premios, la palma de oro del festival de Cannes de 2008.

Rebeldía y compromiso a partes iguales

Tras la presentación una breve presentación en el aula de profesores de los nuevos miembros del claustro, el año académico comienza y eso es lo que vemos en La clase, el relato de lo que ocurre entre las cuatro paredes de un aula llena de chicos de 14 años. François es el tutor y profesor de francés, cada día tiene que enfrentarse con aproximadamente 30 chicos dispuestos a desarmarle, pero él intenta que la lucha sea mutua, no se rinde y los provoca al igual que sus alumnos hacen con él.

La indiferencia, el desdén, y el desinterés por lo que se imparte llenan el aula, a excepción de pocos casos. Esto mismo ocurre en otras clases del instituto Dolto, y vemos como los demás profesores luchan contra su impotencia por llegar a impartir sus clases e influir aunque sea algo mínimo en sus alumnos.

La película muestra una realidad que todos conocemos o al menos intuimos, la difícil vida en las aulas, para alumnos y profesores.

Sociólogo francés

Laurent Cantet cuenta con cinco largometrajes en su filmografía que empezó el año 1997 con Los sanguinarios, a partir de aquí observamos una clara tendencia del director a explorar y contar temas sociales, desde el desempleo en Recursos humanos (1999), el agresivo mundo del trabajo en El empleo del tiempo(2001), hasta el turismo sexual de Hacia el sur (2005), llegando a la educación y la vida en las aulas de La clase(2008).

Además de la elección de sus temas, todos actuales y comprometidos socialmente, encontramos que en la amplia mayoría de sus obras, la conclusión suele quedan en el aire, no se llega a ningún punto final que cierre la historia, Cantet básicamente nos plantea situaciones o relatos para hacérnoslos llegar, sin pretender aportar una moraleja o una solución/conclusión.

Este rasgo coincide con una tendencia existente en el cine europeo contemporáneo, normalmente nos encontramos con films que se limitan a proponernos una historia y dejarnos que la reflexionemos tras su visionado, un ejemplo claro de este tipo de cine sería el director austriaco Michael Haneke (Funny Games 1997, Caché 2005).

Por temática y tratamiento existe otra película francesa que podemos relacionar con el film de Cantet, esta sería L´esquive (2003) de Abdel Kechiche. Los protagonistas de L´esquive también son niños de clase social media-baja de muchas razas u orígenes distintos, aunque la historia no coincide, hay algo que recuerda claramente a esta cinta y es la interpretación de los jóvenes (en la cinta de Kechiche mucho más agresiva quizás por no existir una figura adulta entre sus conversaciones normalmente), es espontánea y resulta exageradamente real, al finalizar la película pensamos: ¿Es interpretación o realidad? Y es que la sensación que nos deja es la de que han colocado una cámara, le han dado a grabar y todo lo demás ha surgido sólo, al igual que en La clase.

Cómo construir una realidad

El trabajo de los actores es algo peculiar. Cantet ha contado con François Bégaudeau, el escritor del libro en el que se basa la película, para el papel de profesor; los alumnos son jóvenes que asistían realmente a clase y fueron elegidos entre los participantes del taller de interpretación que Laurent Cantet impartió en el instituto Dolto; los padres de dichos alumnos eran en realidad sus padres. Esta sucesión de equivalencias en la realidad y en la cinta hacen de La clase una muestra muy fiel de la historia que cuenta, y llena a la película de esa magia y viveza que tiene, es por esto por lo que muchos la han considerado una mezcla entre documental y ficción.

La realización está en función de la historia y no la supera jamás, cuando están en la clase cuenta con planos muy cortos y en constante movimiento que incrementan la sensación de caos o inestabilidad del momento. Cantet planteó la grabación como si fuera un partido de tenis, contó con tres cámaras a la vez para grabar al profesor, a los alumnos que intervinieran y el resto de la escena respectivamente. Tanto música (muy poca) como fotografía son naturales, y al igual que la realización, en función de la trama.

Ponernos en sus lugares

Lo que más sorprende de La clase es que de un artificio pueda llegar a nacer algo tan real. La película no se reduce a contar la historia de “unos chicos malos que sacan de quicio a sus profesores” (a pesar de que pongan nervioso al espectador constantemente), Cantet va más allá, y nos llega a transmitir lo delicado de la educación, lo difícil de la toma de decisiones ya que nunca se sabe si se está haciendo lo correcto o porque al decidir algo se dejan fuera otras muchas cosas igual de importantes.

En consonancia con sus contemporáneos, el director francés no nos otorga respuestas, tan solo nos acerca un trozo de realidad de un aula parisina. Consigue que nos pongamos en el lugar de François y nos preguntemos si debería expulsar al rebelde y maleducado Souleymaine o darle una segunda oportunidad y luchar por él. Obviamente, ninguna de las dos respuestas es la acertada.

lunes, 22 de junio de 2009

Your name is justine: La nueva esclavitud

Dirección: Franco de Peña

Actores: Ania Cieslak, Dominique Pinon, Mattieu Carriere, Arno Frisch

Guión: Franco de Peña, Chris Burdza y Tomas Kepski
Producción: Séphan Carpiaux

Fotografía: Arkadiusz Tomiak
Música: Nikos kypourgos
Año: 2005

Un venezolano en Europa

Your name is Justine es una coproducción entre Luxemburgo, Alemania y Polonia pero su director curiosamente es venezolano, Franco de Peña. Este cineasta debuto en 1995 con el cortometraje El susurro del viento y desde siempre ha trabajado fuera de su país, por razones de estudios primero y después porque las leyes de cine de allí imposibilitan la producción.

Después de irse a vivir a Berlín, estudio dirección teatral y más tarde cine en Polonia, lugar donde comenzó el mediometraje El porvenir de una ilusión. 1998, un documental sobre Cuba que supuso su proyecto fin de estudio. Ha sido un estudiante muy reconocido y numerosas organizaciones le han ofrecido becas y ayudas para trabajar como cineasta.

De Peña lo ha tenido difícil pero finalmente ha triunfado, ahora, gracias a su situación se atreve a denunciar en su país la complicada situación para hacer cine, lo hizo en 2006, tras estrenar la película que vamos a comentar, y habló en una carta sobre la escasa y sesgada ayuda económica que da el estado, denunció que hay poca producción y la que hay no está apoyada por el país, dice que curiosamente las tres películas venezolanas de 2006 que más había recaudado en taquilla no estaban financiadas por el ministerio de cultura de Venezuela, pedía una reforma en la ley y más y mejores subvenciones.

Su película Amor en concreto ha sido estrenada en Venezuela tres años después de su estreno en otros países, este es un claro ejemplo del apoyo de esta nación a su cine.

El director venezolano ha conseguido multitud de premios y la película que tratamos fue llevada a los Oscars en representación de Luxemburgo, país que la financiaba principalmente.

A pesar de su carácter controvertido debido a la carta enviada al ministerio de cultura venezolano, Franco de Peña no se conoce por ser alguien crítico con el gobierno chavista, es más en su último documental Hugo Rey(2008) no se posiciona, simplemente recoge lo que ocurrió y quizás insinúa que habría que vigilar más al gobierno, pero no sólo a los dirigentes sino también a la oposición.

Buena adaptación

La filmografía de De Peña cuenta con cinco películas, la segunda y la última documentales sobre Cuba) y sobre las votaciones en Venezuela de 2007 respectivamente.

Al visionar Your name is justine no vemos ningún rasgo sudamericano, si lo comparamos con el resto de cine que se está haciendo en estos países (por ejemplo el de Carlos Sorín que anteriormente hemos analizado). Debido a su formación De Peña tiene un estilo marcadamente europeo y para concretar podríamos relacionarlo con cine nórdico o del este.

Una película con la que coincide en muchos aspectos es Naboer(Next Door)2005, de Pal Sletaune, un drama sobre violencia sexual de nacionalidad danesa. Las dos películas cuentan con planos que se mueven constantemente para mostrar la ansiedad del protagonista, la fotografía, tendente al azul demuestra frialdad y le da un aspecto sucio e incomodo a la situación.

Este estilo se contrapone al de su anterior y primer largometraje Amor en concreto rodada en Caracas. Este film es mucho más local, aunque grabado en digital sí podemos englobarlo dentro de un grupo de cintas latinoamericanas, por su argumento (tres historias de amor) y claramente por su estética o fotografía.

Las dos primeras obras de Franco de Peña hacen difícil vislumbrar un estilo marcado en el realizador venezolano ya que cuenta con dos películas muy distintas tanto en forma como en contenido.

Cómo Mariola se convierte en Justine

Mariola es vive en un pueblo en Polonia con sus tres hermanas y su abuela, después de un reencuentro con un amigo de la infancia se hacen novios y este le propone hacer un viaje a Alemania para visitar algunas ciudades y a sus padres. La chica lo hace todo a escondidas de su abuela para no preocuparla.

Cuando llegan a Alemania se refugian en una extraña casa y Mariola descubre que su encantador novio la ha engañado para venderla a una mafia que se va a encargar de prostituirla. Cuando llega el jefe de la banda le adjudica el nombre de Justine y hace que todos sus hombres la “prueben”, abusan de ella sexualmente mientras la agreden brutalmente. Todos lo hacen excepto uno que parece haberse conmovido al verla destrozada.

La nueva Justine se niega a colaborar y hace todo lo que está en sus manos por revelarse hasta que tras dos semanas de intentos decide ceder. El chico que no la agredió es quien durante esos diez días ha intentado por “las buenas” (no hay que olvidar que Justine está encerrada en una habitación insalubre contra su voluntad) hacerla razonar.

Por un golpe de suerte consiguen escapar ambos de la mafia y cuando al espectador le nace un brote de esperanza este no tarda en volver a morir ya que no significa que Mariola vuelva a ser libre. Su salvador se convierte en su verdugo, juntos viven en un piso donde cada noche Justine se prostituye con dos o tres hombres. Se ha convertido en una especia de esclava sexual en un entorno elegante.

Finalmente la mafia encuentra a Justine y a su proxeneta pero la chica consigue deshacerse de su agresor, que resulta ser su novio que la engañó, matándolo. Después de todo este infierno, Mariola tiene que ingresar en la cárcel y tras tres años sale en libertad donde regresa a su pueblo natal, con la inocencia y la felicidad destrozada.

Un duro relato

La película, tanto por su historia como por su manera de contarla consigue revolvernos el estómago y ponernos nerviosos desde el principio.

La historia es lineal y cronológica, cuenta tan solo con dos elipsis, la primera desde el escape de Justine y su proxeneta hasta su vida como prostituta, y la segunda elipsis corresponde a la vida en la cárcel de Mariola.

Lo más destacable es la fotografía, que hace que el film sea aún más duro y oscuro de lo que lo es ya por su trama, nos muestra lo más bajo y sucio de la sociedad. Contrasta la vida en el pueblo con la llegada a la casa donde comienza su pesadilla, los tonos marrones con los grises y azules.

La realización cuenta con numerosos artificios para producirnos ansiedad y agonía, planos muy acusados, encuadres cercanos a los rostros, como el de la cara de Mariola mientras abusan de ella una vez tras otra, sólo vemos su rostro, muestra del horror que está sufriendo.

Hay que destacar el plano en el que la chica se sube a la ventana y se plantea tirarse, es un encuadre en contrapicado que enfatiza el abismo en el que se encuentra.

La música está utilizada de una manera muy útil, enlaza situaciones y acompaña los sentimientos que vive la protagonista.

Los actores interpretan su papel de forma magistral, especialmente Ania Cieslak (Mariola-Justine) y también Arno Frisch (proxeneta) a quien ya conocemos por su gran actuación en Funny Games(1997). El reparto se completa con actores más o menos conocidos entre ellos Dominique Pinnon (Delicatessen.1998 y Amelie.2001) actor fetiche de Juan-Pierre Jeanet.

La realidad de este horror.

El tema de la explotación sexual a muchos nos resulta lejano, nos parece que sólo para en países tercermundista o verdaderamente pobres, Tailandia, Filipinas, Brasil… pero la realidad nos hace ver que es algo mucho más cercano a nosotros. En Europa, un número muy elevado de mafias o bandas organizadas se dedica a seleccionar chicas, engañarlas y hacerlas suyas para explotarlas sexualmente, estas mujeres no tienen opción, son amenazadas con la vida de sus familiares o la suya propia y quedan en manos de personas como si de un objeto se tratasen.

Precisamente este es una de las características que explota Your name is Justine el cómo lo primero que hacen es arrancar la vida y la propia persona del cuerpo, buscan conseguir cosificar a la persona para poder manejarla.

La película es dura y brusca, no es fácil de ver ni resulta agradable pero el tema que trata tampoco lo es. Refleja de manera excepcional este tipo de injusticias ya que después de vivir ese horror Mariola es incluso ingresada en prisión, siendo alguien totalmente inocente a la que le han destrozado la vida.

Historias mínimas: lo simple y lo inmenso

Dirección: Carlos Sorín

Actores: Javier Lombardo (Roberto), Antonio Benedictis (Don Justo), Javiera Bravo (María), Francis Sandoval (hija de María), Carlos Montero (Losa), Aníbal Maldonado (Don Fermín), María Rosa Cianferoni (Ana), Mariela Díaz (amiga de María)
Guión: Pablo Solarz
Producción: Martin Bardi

Fotografía: Hugo Colace
Música: Nicolás Sorín
Duración: 93 m
Año: 2002. 35 mm, color


La firma porteña

Historias mínimas es una película argentina del año 2002 dirigida por Carlos Sorín, este director lleva trabajando desde el año 1983, cuando estrenó La película del rey, su trayectoria ha sido discreta y escueta, hasta que realizó la cinta que estamos comentando, galardonada con numerosos premios entre ellos en la mención especial a su director en el festival de San Sebastián, el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana y siete premios más de la Asociación de críticos argentinos. Cuenta con cinco películas en su filmografía más un último título: La ventana.

Este director argentino se ubica dentro de una generación de directores sudamericanos que dejan su firma en sus obras haciendo cine de autor, esta una tendencia dominante en la cinematografía sudamericana actualmente. Otros directores coetáneos son Juan José Campanella (EL hijo de la novia. 2000), el uruguayo Juan Pablo Rebella (Whisky.2004) o el más famoso Marcelo Piñeiro (Kamchatka.2002).

Su larga trayectoria como director publicitario le ha influido mucho en su papel como director de cine. Sorín ha declarado en repetidas ocasiones que su estilo realista está muy influenciado por la experiencia anterior como publicista, a lo largo de esos años ha trabajado tanto en “el engaño” que ahora reivindica lo más cercano a la verdad, lo más alejado al artificio, quiere enseñar las cosas tal y como son, tal y como se ven.

Este aspecto también tiene mucho que ver con Historias mínimas, es evidente que la película cuenta con una sencillez extrema y su forma se acerca incluso a la de un documental, cuenta Sorín que en un trabajo para una compañía de teléfonos descubrió que lo más simple puede ser lo más eficaz. La idea era reproducir la emoción de un pueblo al llegar la línea telefónica por primera vez a sus calles. Después de encontrar a los actores, al llegar al pueblo vivió ese sentimiento de sorpresa y ansia que querían representar pero con personas reales, eran los vecinos del pueblo. En ese momento Sorín se dio cuenta de que la realidad es más potente y eficaz que cualquier imitación y esto entre otras muchas cosas es lo que más destaca este director argentino de su vida como publicitario y lo que plasma en sus películas.

Las historias mínimas

Como su titulo nos hace prever, la película es la unión de tres historias “mínimas” o mejor dicho sencillas.

En la Patagonia tres personaje, María, Don Justo y Roberto se dirigen a la vez a un mismo lugar por distintas razones, San Julián, que está a unos 300 km de donde viven.

María es una joven madre que ha sido seleccionada en un concurso de televisión y tiene la oportunidad de ganar una especie de robot de cocina, Don Justo es un anciano que vive con su hijo, quien ahora lleva su negocio familiar. Un día un vecino le dice que viene de San Julián y que allí ha visto a su perro, que escapó de su casa hace muchos años. Por último Roberto es un comerciante que va a llevarle una tarta de cumpleaños al hijo de una mujer a la que pretende conquistar.

El camino comienza cuando María decide ir a la capital con su hijo, ella opta por el autobús, Don Justo, a escondidas de su hijo, directamente lo hace a pie hasta que encuentra a una mujer que lo monta en su coche, desgraciadamente el anciano sufre un problema con la tensión y en el ambulatorio donde esta mujer lo deja encuentra a Roberto que le hace el mismo favor, acercándolo a San Julián.

Una vez en sus destinos todos experimentaran distintos sentimientos, María gana el premio máximo pero lo cambia por una caja de pinturas a otra mujer, los espectadores tienen la sensación de que esta se aprovecha de la inocencia de María.

Don Justo encuentra a su perro y tiene con él una especie de cara a cara después de muchos años, el hombre piensa que su animal se fue decepcionado porque en un accidente de coches huyó en vez de auxiliar a quien atropelló.

Roberto después de vacilar hasta en lo más mínimo sobre la tarta que lleva de regalo, al llegar al pueblo se decepciona porque ve a la viuda con otro hombre, piensa que su viaje no ha servido para nada y se siente ridículo, cosa que a la mañana siguiente cambiará cuando se da cuenta de que aquel hombre era el hermano de la mujer que le gusta, momento en el que la ilusión le vuelve a brotar.

La firma Porteña

Esta es la tercera película de las seis que ha realizado Carlos Sorín, y encontramos similitudes con el resto de sus films de varios tipos.

El primero de ellos es el tipo de película, podríamos considerar a Historias mínimas una road movie, al igual que pasa con El camino de San Diego (2006), que narra el viaje de una mujer para llegar al hospital donde está diego Maradona.

Otra coincidencia es el escenario, en nuestra película, el contexto geográfico se convierte en protagonista, en un personajes más, curiosamente la Patagonia es otra clave en su primera cinta La película del Rey (1983) donde el protagonista, un director de cine, llega a volverse casi loco envuelto entre tanta inmensidad solitaria. Esa sensación de inmensidad es la que se produce en Historias mínimas, es un paisaje excesivo frente a la vida de los protagonistas que se presenta como un detalle. Ocurre también con su continuación de este film, Bombón, (el perro) (2004)

Ocurre también que el director porteño trabaja aquí con “no actores” como él los llama, son personas del pueblo donde grabó, como dijimos antes Sorín siente necesidad de mostrar la realidad lo más fehacientemente posible y este es uno de sus trucos, que también utilizó en , Bombón, (el perro) (2004), El camino de San Diego (2006) y en La ventana(2009.)

La inmensidad frente a lo minúsculo

Historias mínimas es una película intimista, de detalles pero esto se incremente debido al paisaje escogido por Sorín, la Patagonia, esa inmensidad argentina donde conviven la nada con la soledad, esta aporta al film delicadeza puesto que la comparación de lo que ocurre en los coches frente a los paisajes y la soledad del camino le da más fuerza aún a las pequeñas historias.

La película tiene una estructura narrativa lineal y que avanza sola, nada de artificios, lo máximo con lo que cuenta es con el paralelismo narrativo de las tres historias. Sus planos también son simples, siempre en función de lo que cuenta, existen planos generales en los que podemos apreciar la majestuosidad de los paisajes y que sirven de elipsis en los viajes que los protagonistas realizan.

La fotografía, a cargo de Hugo Colace, es fuertemente natural, imprime un aire de pobreza y espontaneidad en la película que junto con todos los demás rasgos (realización, fotografía interpretaciones) hacen de Historias mínimas lo que es.

Es muy destacable el trabajo de los actores, como ya hemos comentado la gran mayoría no son profesionales, Sorín quiere contar con personas reales que doten a la historia de vida y realidad. La estética y realización del film junto con los actores dan un resultado casi documental. El año en que fue estrenada Historias mínimas recibió cuatro nominaciones a premios nacionales para actores, actores no profesionales que competían en categorías con los sí profesionales. También hay aquí una especie de guiño que sería la interpretación de Julia Solomonoff, una directora de cine argentina que interpreta a la mujer que lleva la primea parte del viaje a Don Justo en su coche.

La historia de María habla de inocencia y de ilusión pero también habla de maldad, o al menos esa es la impresión que da cuando finalmente cambia la máquina de cocina por el estuche de maquillaje ya que la mujer que le presiona parece mirarla con superioridad y sabe que puede aprovecharse de ella.

Don Justo vive con un sentimiento de culpa incrementado por el abandono de su mejor amigo, su perro, que por no haberlo perdonado se va para hacerlo sentir aún más culpable, o esto es lo que el anciano piensa ya que al final de la película nos daremos cuenta de que el perro que va a buscar no es el suyo, aunque finalmente Don Justo se siente satisfecho, se reconcilia con su perro y con él mismo.

La vivencia de Roberto es quizás la más cómica y menos trágica, durante todo el viaje duda de si el hijo de la viuda es niño o niña, cambia la tarta en tres ocasiones para finalmente romperla de rabia al ver que esta mujer va con otro hombre. Cuando todos pensamos que es el hombre más desgraciado y ridículo de la tierra la historia da un vuelco y vemos como la viuda también le corresponde en sentimientos y que aquel hombre no era más que su hermano. El comerciante aporta la nota de humor y de esperanza a la película.

Cómica y mejor dicho esperpéntica es la escena del ambulatorio, donde Don Justo y Roberto se encuentran y resulta ser el comienzo de su viaje juntos, tanto los personajes (las enfermeras y los mismos pacientes) como lo que ocurre allí. Esta escena contrasta fuertemente con el resto del film.

El final del viaje.

Historias mínimas es una mezcla de lo grande y de lo pequeño, de vivencias que resulta en una primera impresión minúsculas y sin importancia pero que por ese mismo carácter de diminuto adquieren peso y se convierten en universales. Todas nuestras historias son mínimas, pero a la vez son inmensas para nosotros mismos.

La sensación que deja este film es ambiguo por una parte es tremendamente triste, la inocencia de María y la impresión de que se pueden aprovechar de ella en cualquier momento y la culpa de Don Justo no enternece, también, por otro lado, el personaje de Roberto nos puede llegar a resultar patético pero no hace reir y nos reconcilia con la película.

En conclusión Historias mínimas está compuesta de alegrías y de penas, de esperanzas y decepciones, de diferencias sociales, de encuentros y de separaciones… básicamente, de lo que está compuesta la vida.